miércoles, 29 de febrero de 2012

Sepultura, el polvo, el frio y yo. Por Roberto Coello.

sepultura1 Sepultura, el polvo, el frio y yo

Luego de asistir al conciertazo de Sepultura en la ciudad capital, Quito, estuve esperando los artículos de prensa en los diarios del país. Solamente 2 diarios de gran tiraje comentaron el suceso. Los ansiados artículos llegaban a mis ojos. Mi sorpresa fue que me topé con unos fríos, escuetos y desinteresados trabajos noticiosos; a lo que mi respuesta fue: Yo voy a escribir sobre el concierto de Sepultura como se merece, como lo viví. Yo, un fan que creció con su música y que esperó mucho tiempo para poder verlos en vivo. Les contaré todo, hasta el último respiro. Primero que nada. Nací en la década del 80 del siglo pasado. Lo que significa muchas cosas: No había tantas facilidades como la internet o los teléfonos celulares, las mejores consolas de videojuegos aún seguían teniendo gráficos arcaicos, no existía la cultura del mall como centro de congregación. Peormente las redes sociales; con lo que significa que uno vivía la vida y las relaciones sociales en carne y hueso. Aparte de esto. Existían dos corrientes fundamentales las cuales podrías seguir: O eras adaptado (eras responsable con el colegio, jugabas futbol o básquet, ibas a la fiesta a bailar, y básicamente cumplías con los parámetros de conducta que la sociedad establecía); La otra opción era ser desadaptado (tu idea de los estudios era ¿para qué estudiar todo el año si al final estudio un poco y paso los supletorios?, te gustaban los deportes extremos, ibas a la fiesta pero a tomar, hacer relajo y robarte las peladas de los adaptados, si algún amigo tenía vehículo se lo usaba como herramienta para el cometimiento de actos vandálicos, y paradójicamente tenías una excelente vida social ya que eras un bacán).
Yo pertenecía al segundo grupo. Al de los locos. Toda mi infancia y adolescencia fui adicto a la adrenalina. Comencé a andar en patineta a los 7 u 8 años o antes (primero bajando las más empinadas lomas de la ciudad y luego en la calle), y al pasar de los años fui buscando llevarlo cada vez más al extremo. A la par, escuchaba muchísimo metal. Antes de entrar al colegio poseía la colección completa de Iron Maiden y Megadeth. Me encantaba también Slayer, Deicide, Carcass y todas aquellas bandas que me aceleraran y me prepararan para un rush de adrenalina purita con la patineta (si, antes le llamábamos “andar en patineta”, ahora es “hacer skate”); entre esas SEPULTURA.



Teniendo eso como antecedente. Cuando vino Sepultura y se presentó en la plaza de toros de Quito, por A o B motivo me lo perdí. No me podía perdonar y viví intranquilo muchos años. Me tenía que sacar la pica de verlos, sus temas me habían acompañado a crecer y con ellos viví los mejores años de mi vida. Luego hace unos años nos llegó la propuesta de hacer el show de Sepultura en Guayaquil (cuando existía Unión Punk Producciones), les rogué a Moncho y a el Indio que tomáramos el show, a lo que aceptaron sin dudar. Iba a cumplir mi sueño de verlos tocar y aparte de eso, llevarlos a comer, chupar, joder, etc. Con lo que más que verlos podría entablar cierta clase de vínculo. La otra misión era convencerlos a Moncho y a El Indio de que nuestra banda, G.O.E, abra el concierto. Me tomó unos días o algunas semanas pero ya figurábamos entre los teloneros. Yo estaba emocionadísimo: ¡LE VOY A ABRIR A SEPULTURA! Pasó el tiempo, y ya muy próximos a la fecha, Lima cancela su fecha y Quito también; lo que significaba que a Guayaquil se le triplicaban los costos. Tuvimos que cancelar. No existe palabra para describir mi frustración.
Este año, hace unas semanas, pude ver una invitación de la gente de Cuenca. Sepultura viene a Cuenca. Inmediatamente me dije a mi mismo: ME VOY. Con un amigo (con el que siempre voy a estos eventos) estuvimos a punto de comprar la entrada, pero me enteré que al día siguiente de ese show era la obra de teatro de mi hijo de 3 años. ME VOY A VERLOS EN QUITO. Compramos las entradas para la localidad más cercana al escenario ni bien salieron, y ya estaba todo listo y programado. El día del viaje, tuve que cumplir con numerosas responsabilidades, con lo que para la noche me encontraba sumamente cansado. Alisté mi mochila al apuro y tuve cuidado de no olvidar mis medicamentos, ya que me encontraba enfermo de la garganta y pulmones. Y nos fuimos. En el bus conversé con Gabriel (Sarmiento, mi ex compañero de trabajo en Editorial Televisa). Me contaba todos los chismes de la empresa que yo desconocía, así como también uno que otro desamor. Así nos dieron las 2 am (habíamos salido en el último “vuelo”, el de las 23h45). Yo ya estaba que me caía del sueño y le propuse a Gabriel tomar unas pastillas para dormir. Dormimos plácidamente. Nos despertamos una sola vez cuando se subió un policía de migración a pedir documentos (primera vez en 12 años de viajar que no tengo nada que esconder, me sentí seguro y tranquilo al ver la presencia policial). Y la siguiente vez que nos despertamos fue al llegar a Quito. Que rico viaje carajo.
Ya allá, nos dirigimos hacia el lugar que nos iban a acolitar unas amigas de Gabriel para poder instalarnos, desayunamos, nos aseamos, nos instalamos y como a las 11h00 fuimos al centro comercial donde se cambiaban las preventas por las entradas verificas. Ahí nos enteramos que el intercambio se daría en el mismo lugar del concierto, pero aprovechamos para, con la venia de la señorita, robarnos un par de mini afiches del concierto. Se acercaban las 12h00, así que nos dirigimos hacia la zona. Precisamente al bar Aguijón, para la supuesta firma de autógrafos (los que teníamos entradas a Dark Box, teníamos opción a la firma de autógrafos y al after party con Sepultura). Ahí nos encontramos con la noticia de que nadie sabía nada y que había un rumor de que la firma se llevaría a cabo en la noche, durante el after party. Igualmente esperamos y nos hicimos amigos de una pareja de hermanos quiteños. Para hacer más placentera la espera: unas cervecitas.
loquitoLP 225x300 Sepultura, el polvo, el frio y yo
Daban más de las 13h00 y debíamos comer y descansar un poco para estar con energía para la fila, la espera y el fuerte pogo al que nos enfrentaríamos. Nos dirigimos a comer pero antes pasamos por una tienda de discos, ahí mismo en la zona. Encontré el último trabajo de Iron Maiden “Final Frontier” que no dudé en adquirirlo. Igualmente un DVD de una banda sueca que me encanta llamada Opeth. Mientras que Gabriel encontró e hizo suyo el “Beneath the Remains” de Sepultura. Nos tomamos una foto con el LP/Vinil de Megadeth “Rust in Peace” (un verdadero tesoro pero excedía mi presupuesto). Aparte conversamos con el pana de la disco-tienda y también nos hizo escuchar algunos materiales que desconocíamos. Buena tienda de discos, excelente parada. Nos despedimos, no sin antes intercambiar contactos para pedirle unos encarguitos a futuro. Como a las 14h00 comimos unas hamburguesas cuadradas. Si, cuadradas. Las papas que le acompañaban eran infinitas. Muy rico, pero demasiada comida.
Nos dieron las 15h00 aproximadamente y debíamos ir a la casa que nos prestaban para ir al baño, descansar y prepararnos para el show. Quise dormir pero Helenita me seguía hablando, y no podía no escucharla, es una excelente persona y me hacía morir de risa. Creo que dormí en algún momento (tuve que hacerme el dormido con la boca abierta para que me comprenda, fue muy chistoso). 17h00. Oye despierta. Ya son las cinco me dice Gabriel. La plena. Nos alistamos rápidamente. Tuve que dejar mi correa para que no me la quitaran en la entrada del concierto (me había olvidado ese pequeño detalle y mi único pantalón se me caía, pero todo se resuelve con ciencia barata), también dejé mi billetera y mis papeles a excepción de la cédula, se quedaron mis lentes y todo aquello que se podía romper, dañar o perder en el pogo. Unos minutos más tarde nos vimos cogiendo la Eco-Vía. No sabíamos cual era nuestra bajada, así que pedimos auxilio a una amiga. Ella nos ayudó en la estación con el cambio de bus y eso. Era una amiga de Ucrania, y creo que es la mujer más hermosa del mundo (después de mi novia, claro). No, no le pedí el teléfono, ni le dije para hacer algo más tarde. Todos me preguntan eso. Ni el nombre le pregunté, pero aún así tuvimos una conversación amena. Tengo mi novia a la cual respeto y creo que por eso no la vi a la amiga de otra manera.
16h50. Nos bajamos en la parada equivocada. No había ningún concierto en ese lugar. Más práctico pagamos un dólar a un taxi y que nos lleve directo, pensábamos. Pero ningún taxi vacante asomaba. Bueno trepémonos en el siguiente bus y ahí vemos. Ya en el bus veo a un panita con camiseta metalera y le pregunto por el concierto mientras se bajaba. Me dice aquí es y me señala la ventana, se veían centenares de personas con camisetas negras haciendo fila. Increíble, llegamos. Gabriel fue a hacer fila para canjear las preventas y yo para el ingreso. Me encontraba solo en la fila, ni un solo pana del Guayas me había topado. Me extrañaba el hecho que algunos rockeros vestían solo con camiseta e incluso otros con camiseta sin mangas. Yo temblaba del frío. Hacía un viento huracanado que penetraba los huesos. Ni mi doble par de medias, ni mi doble camiseta y chompa rompe viento pudieron hacer mucho. Necesitaba un trago fuerte. Pero la policía y los guardias municipales estaban demasiados estrictos con eso, no dieron chance a nada. No hubo el tradicional cántico “los vinos, lleve los vinos”, ni nada. Para adquirir un trago fuerte tenía que regresar a la parada donde nos habíamos perdido, y eso era lejos, iba a perder mi turno en la fila. Me tuve que contentar con mi botella de agua sin helar.
Avanza la fila y la adrenalina comienza a fluir por las venas. Pasamos no menos de cinco controles, entre ellos uno policial. Nuevamente, esta vez no tenía nada que esconder (como nunca), así que fue el cacheo más tranquilo del mundo. Cuando ingresamos a la localidad aprovechamos para ir al baño, ya que una vez que cojamos puesto nadie nos movería de ahí. Llegamos y nos encontramos con la sorpresa de que había muy poca gente. En nuestra localidad nos habremos ubicado en la tercera o cuarta fila, exactamente en el centro. Llegamos mientras terminaban de probar sonido los muchachos de Curare (banda local que mezcla metal con música étnica local). Ahora, esperar. No tenía reloj, ni nada. Ni me importaba el tiempo, sólo sabía que tenía que soportar unas cuantas bandas teloneras y de ahí estaría presenciando a Sepultura. Esperamos unas cuantas horas, a la vez iba llegando más gente.
Como a las “no sé qué” horas comenzó a tocar Curare. Esta banda la había visto en algún festival en Ambato y me había encantado. Pero esta vez no me tragué su “Longo-Metal”. Es una muy buena banda, excelente música, y merece muchísimo respeto pero ya sobrio me di cuenta que definitivamente no es mi tiro. Luego vino el turno de Avatar, en donde relucía su baterista con su doble bombo a ritmo de metralla. Y lo más sorprendente fue la banda Sarcoma. Excelente banda, me encantó la música (esta si era más mi tiro, pesado, embalada, directa), me encantó el manejo del instrumento del guitarrista, y la performance en general de la banda fue de cinco estrellas. Se las recomiendo a todos.
Llegó el momento que tanto estaba esperando. Ya era el turno de Sepultura y yo seguía frente a frente con el centro del escenario, en la 4ta fila. Luego de que retiraran el backline de los teloneros, quedó al descubierto el impresionante set del baterista de Sepultura (averigüen el nombre en los reportajes noticiosos). Alcanzo a ver la lista de canciones, era muy extensa, y dije “bien”). Poco a poco iba probando todas las líneas de sonido un solo roadie (con la excepción de la guitarra, que la probó otro). Y cuando probaron la línea de pistas ya sabía que la espera había llegado a su fin.
Entra Sepultura y todos nos enloquecimos. Comienzan a tocar un tema de su último disco “A-Lex” y seguidito el clásico Arise y Refuse Resist. Se prendió el público. Yo no podía creer que semejantes temas los iban a mandar de una. Fue una estrategia para que no demore el desmadre si no desde el inicio. Se armó el pogo y el relajo y yo aproveché para escabullirme hasta la primera fila (bueno tenía un man de colchón entre la reja y yo). Pero ahí me quedé, saltando, gritando, golpeando con mi puño, cantando, y haciéndole la vida imposible a los que me rodeaban. Me volví loco, tanto así que Derreck (el cantante) me señaló varias veces. Y también mi guitarra aérea no pudo pasar desapercibida por Andreas quien me señaló y se sonrió que un enfermito hacía todas sus guitarras. Y así continuó el pogo y el relajo. Lo único malo fue que era una cancha de tierra y se levantaba el polvo y se metía en tu nariz y garganta, y de un momento a otro no podías respirar porque sentías la parte trasera de la garganta como si fuese una carne apanada. Me salvó mi botellita de agua que supe administrar mediante minúsculos sorbos hasta el final de la tocada.
Durante el espectáculo de Sepultura, la energía no paró. La adrenalina no bajaba del 100%. Y el polvo no paraba de levantarse nunca. Uno a uno fueron desfilando los temas. Los del nuevo disco (que personalmente no estaba muy familiarizado, pero los supe apreciar), los de la época de Max y los de la de Derreck. Increíble, maldito, impresionante, alucinante, inolvidable; y tendría que usar un diccionario entero para describir lo que fue esa tocada. Para mí, la mejor. Se acabó el concierto exactamente 10 minutos antes de las 24h00. Corrimos porque mi bus salía a las 24h10 y debía pasar por la casa de Micha para recoger mis maletas y cambiarme mi ropa sudada. Para nuestra sorpresa ningún taxi recoge a rockeros a la salida de estos eventos. Así que caminamos unas 10 cuadras hasta que nos paró uno. Fuimos a la zona a recoger a Helenita y de ahí al hogar para darme cuenta que ya había perdido el bus. No importa me dije. Vamos al after party, me firman mi autógrafo, nos tomamos unas cervezas y me voy en el bus de las 7am.
Fuimos al after party, y nos dimos cuenta que nuestras entradas de Dark Box (con las que podríamos entrar gratis al bar) se habían quedado en casa. Fuimos a verlas en el mismo taxi, que nos cobró carísimo por ese chiste, y llegamos al lugar. Nos topamos con la misma pareja de hermanos de la tarde, y con cara de desilusión y un par de discos de Sepultura en la mano, nos dicen que no llegan los Sepultura. Bueno vamos a comprar una botella y nos la tomamos, dijimos, y fuimos en busca de una tienda. Yo conocía todas las tiendas de la zona, pero se encontraban cerradas. Maldita nueva ley de venta de licores. Optamos por entrar al bar y tomar las cervezas adentro. Pero solo nos alcanzó para una por cabeza porque el precio era exorbitante. No importa, habíamos visto Sepultura y probablemente había sido la mejor noche de nuestras vidas, nada la dañará. Así que nos pusimos a jugar billar con nuestros nuevos amigos quiteños, y la pasamos increíble, nunca paramos de reírnos.
Ya de vuelta en la casa que nos habían acolitado para dormir, nos acomodamos y puse la alarma a las 7am para viajar a las 8am porque me sentía un poco sorochado y no me creía capaz de despertarme a las 6 como tenía previsto (ya eran las 03h30). Me desperté con el peor soroche del mundo. Vi negro mi retorno en bus, y para colmo debía viajar solo ya que Gabriel se quedaba con una amiguilla de él en Quito. Así que comencé a juntar monedas y llamar a aerolíneas a ver cómo era la nota de regresarme en avión. Mi pana Gabriel me ayudó a completar lo que me faltaba de dinero y luego de comer una abundante ensalada me dejaron en el aeropuerto. Tremendo galarifo, yo, que hace más de 20 años que no me subía en un aparato volador de esos.
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Ya en la sala de espera del aeropuerto, aproveché para tomarle fotos al avión, el cual se encontraba en la pista. Media hora más tarde despega ese avión y me llaman a que me embarque. Me suben en un bus y me acercan a una especie de mini van con alas. Era un avión a turbo hélice. No podía creer que esos aún existían. Y peor que uno de esos era el que me iba a traer a casa. Volé con el corazón en la mano, ni en el Play Land Park había sentído tanto miedo de que el aparato se venga abajo. Me puse a ver el paisaje y al cabo de 2 chicles, anuncian el aterrizaje. También casi muero, pero del susto en el aterrizaje. Veía por la ventana cómo veníamos cruzando el río y cuando nos acercamos a la pista y el avión hizo contacto comenzó a sonar un ruido ensordecedor. Ve esa tontera se rompieron las llantas pensé, y entré en pánico. Estaba a la espera del momento en que comience a salir humo o en que pueda ver el fuego, o cuando la aeromoza nos indique las salidas de emergencia. Pero no. Galarifísimo yo, era el sonido normal de un avión al aterrizar.
Y así, me escapé de las peores 8 horas, las cuales hubieran entorpecido mi experiencia con Sepultura. Y llegué a casa en un santiamén. Listo para almorzar y descansar y luego alcancé a ir a un concierto de bandas amigas. Que estuvo buenísimo, pero después de ver a Sepultura, qué me van a dar ganas de entrar en un pogo de 5 personas. Preferí quedarme sentado en una banca o parado lejos y contarles esta experiencia a los pocos que se acercaban a preguntar. Ahora se las cuento a ustedes.

Fotos: Gabriel Sarmiento
Foto aeronave: Roberto Coello.
Publicado originalmente en Septiembre 30 de 2010 en www.simonlimon.com

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